18/7/24

El rincón de los libros: Otaberra, de Elisa Victoria

 


Está hablando con el organizador del evento dos meses antes del evento, sentada frente a la pantalla del ordenador. Se ha hecho un moño y se ha puesto una camisa blanca. 

Otaberra es la tercera novela que Elisa Victoria publica en Blackie Books (editorial que, como bien sabéis, adoro) y tal vez la más interesante a nivel estilístico. Manteniendo siempre su esencia muy vinculada al desarrollo juvenil (en este caso, centrándose en la adolescencia), el libro nos cuenta la historia de Renata, una científica que se ha quedado atrapada en un momento concreto del año 1989. Y es que, pese a que su vida continúa con aparente normalidad, esta bioquímica no puede evitar volver una y otra vez a aquel día concreto en su pueblo y a lo que ocurrió en su pueblo, Otaberra. 

Mira a los asistentes y entiende que, lo mismo que se agota esta hora de palabrería, se agota su vida entera. Sus ojos, que se han acostumbrado a la luz, son capaces de distinguir varias caras envueltas en destellos. Algunas de esas caras recibirán un día la noticia de su muerte y les parecerá curioso, levantarán un momento las cejas, los que más la han tratado se pondrán un poco tristes y seguirán con lo suyo, otros se habrán muerto antes y no podrán enterarse de que ella se muere después.

El tiempo, el amor y los arrebatos

El tiempo, el amor, la muerte y todo lo que pudo haber sido y no fue son algunas de las claves de Otaberra, una obra que, a mi entender, supone un paso de gigante en la literatura de Elisa Victoria. He de confesar que no he leído (todavía) El Evangelio, la segunda novela de la autora publicada en Blackie Books pero, comparándolo con Vozdevieja, se puede apreciar que ésta es mucho menos autobiográgica y más experimental, en la que la historia se va trenzando y destrenzando como si de una mano jugando con una goma se tratase.

Cuatro años dan para mucho y cambian cualquier cosa. La tecnología, la programación, la moda, el criterio de un niño, la cara de un adulto. Hay un abismo entre tener dieciocho y tener veintidós, lo mismo que lo hay entre tener veintiocho y tener treinta y dos, la única diferencia es que la gente de entre dieciocho y veintidós se da cuenta y la que está entre los veintiocho y los treinta y dos no.

Otaberra es una novela poliédrica en la que el tiempo es un protagonista más, junto con Renata, nuestra bioquímica y Eusebio. El pasado, el presente y el futuro se enredan constantemente, pero de una manera que resulta, en cierto modo natural, como si todo estuviese pasando a la vez, pero en distintos planos temporales (sin saber yo de física ni nada de eso). Victoria juega tanto con los cambios de espacio-tiempo como con los cambios de formas narrativas (pasa del presente en primera persona al narrador omnisciente, al diálogo teatral o al epistolar) pero de tal forma que todo queda perfectamente integrado y, a la vez, contribuye a darle sentido al relato.

RITA: Pero cuéntalo en presente, como si estuviera pasando ahora. 

BEATRIZ: ¿Por qué? 

RITA: No sé, porque es más emotivo. 

BEATRIZ: La historia ya es lo bastante emotiva.

RITA: Pues más emotiva la quiero. 

BEATRIZ: ¿Quieres que te la cuente como si yo fuera ella? 

RITA: No, eso ya es mal gusto. 

BEATRIZ: Tampoco te creas. 

RITA: A lo mejor más adelante, además en primera persona ya está escribiendo ella a veces. 

BEATRIZ: Sí, pero desde mi punto de vista, no desde el suyo. 

RITA: Tienes razón pero es pronto de todas formas.

Lo que ocurrió y todas las variantes de lo que podría haber ocurrido es lo que atormenta sin cesar Renata, quien no puede dejar de pensar en aquella noche de 1989 en Otaberra, a la que vuelve una y otra vez como cuando la aguja de un vinilo se queda atrapada en el surco. (ATENCIÓN SPOILER. SELECCIONA EL HUECO EN BLANCO SI QUIERES CONTINUAR LEYENDO). Tras haberse escapado de casa para ir de fiesta, Eusebio, al que todo el pueblo repudia por ser diferente, le confiesa su amor a su amiga. Ella, que intenta que la mala fama de Eusebio no le salpique también, acaba discutiendo con su amigo, a quien, por cierto, todo el pueblo considera homosexual. Decide continuar el camino a su casa sola, sin ser consciente de que será la última vez que vea con vida a su amigo, quien, al día siguiente, aparece muerto en una acequia. (FIN DEL SPOILER) Renata no deja de pensar en cómo habrían podido ser las cosas si ella hubiese actuado de manera diferente, si hubiese sido tal vez más comprensiva, si no se hubiese calentado, si no hubiese sido tan egoísta como solo una adolescente preocupada por su reputación puede serlo. 

Ha sido demasiado tajante, ha despedazado varios límites, le ha rebosado una información secreta que estaba mejor censurada y se ha refugiado en su propia incomodidad, en su propio dolor, sin prestar atención a la enorme herida que se abría para Eusebio. Él continúa su camino, enciende un cigarro y se apresura a cruzar la carretera vacía sin despedirse y sin mirar atrás. En ese momento de desgarro Renata se da cuenta de que su ira ha sido desproporcionada, quisiera decirle algo pero no tiene ni idea de cómo gestionar lo que ha pasado. 

La relación entre el amor y la amistad es otro punto clave de la historia, que atraviesa la relación entre Renata y Eusebio. La amistad es una forma de amor y creo que eso es algo que la autora ha querido mostrar al enseñarnos que el hecho de que lo ocurrido con Eusebio marca ya no solamente la vida posterior de Renata, que nunca vuelve a ser la misma, sino también su pésima relación con los hombres de adulta. He leído en El País que ese capítulo está desconectado del resto, pero yo creo que es una forma de mostrar cómo Renata se desenvuelve a partir de ese momento. (Sí, me estoy atreviendo a contradecir a El País 🤭)

Renata le tiende el cromo a Eusebio con el placer indoloro de quien le saca una astilla a un amigo limpiamente, dándose cuenta de que la entrega de ese cromo no solo es la astilla que se retira sino la espina que se traga con miga de pan, el padrastro que se cura, el tumor que se extirpa, el cráneo roto que se recompone, el pulmón encharcado que se vacía, el pecho muerto que vuelve a respirar, el reloj parado que echa a andar. 

Las diferentes formas de intentar encajar en un contexto opresivo (el pueblo, la familia) son también clave en esta historia, que se vincula directamente con la valentía de atreverse a ser diferente en diferentes personajes como Eusebio, quien, pese a las críticas constantes que recibe, tanto de su entorno como de su familia, defiende su libertad de dejarse el pelo largo (¡horror!) o vestir diferente en un pueblo a finales de los 80 (recordemos que La Movida madrileña dista mucho de representar al conjunto de España en aquellos años). 

Hay gente que a los dieciséis lleva el pelo largo y ropa con pinchos y calaveras y a los veinticuatro está trabajando con un traje de la talla equivocada en la empresa familiar. 

Sin embargo, también encontramos casos contrarios, como el de Beatriz, que se afana en intentar cumplir las expectativas de una madre que no es capaz de aceptar que el tiempo (de nuevo, el tiempo) también pasa por su hija, o el de la propia Renata, SPOILER, YA SABES que, en un valiente acto de sinceridad consigo misma, reconoce que nunca puso mucho énfasis en intentar acabar con las constantes burlas a las que se veía sometido su amigo por miedo a acabar consiguiendo que se burlasen de ella también. FIN DEL SPOILER.

Se me partió el corazón siendo testigo de la eficiencia con que ocultaba por completo tanto la pluma como el acento de su pueblo, dos de sus mayores encantos. 

Otaberra es fruto de un encuentro fortuito con una vieja caja de recuerdos abandonada, según ha asegurado la propia autora y, a mi parecer, se asemeja mucho a eso. Es una mezcolanza de recuerdos, algunos terriblemente tristes y otros alegres que, en definitiva, nos sirven como elemento tangible para recordarnos a nosotros mismos quiénes somos y de dónde venimos. Una esencia que está hecha de mil fragmentos de momentos y de sensaciones que nos retrotraen constantemente al pasado pero que, a la vez, también son un puente que nos ayuda a cruzar hacia el futuro. 

El mensaje que me llega de vuelta a través del objetivo dice que este instante es eterno pero que nos hemos muerto de todas formas y que este momentáneo latido común ha hecho que tenga sentido. Hemos venido a este mundo a encontrarnos, a escondernos en esta habitación y experimentar esta simpleza.


¿Habéis leído Otaberra? ¿Qué os ha parecido? ¡¡Contadme, que me interesa!!

Un abrazo enorme y... ¡nos vemos en la próxima aventura!

8/6/24

El rincón de los libros: Como dicen en mi pueblo (VVAA)

 


Soy de ciudad, pero he pasado todos los veranos de mi infancia en un pueblo del interior de castilla con nombre de resonanzas épicas: Atienza, cerca de Copres, en Guadalajara.

Así comienza este libro que conocí por casualidad un buen día en eldiario.es y que, sin duda, ha resultado todo un descubrimiento, tanto a nivel lingüístico (aunque no sea filóloga, siempre es un tema muy interesante), como a nivel social.

'Como dicen en mi pueblo' es un compendio de ensayos sobre el habla rural de las distintas partes de España. El objetivo (aparte del análisis filológico, claro)  no es otro que 'desmontar' esa idea tan asentada de que solamente hay una manera única-y-correcta de decir las cosas, demostrándonos que, lejos de ser así, el castellano rural guarda auténticas maravillas (algunas, incluso, heredadas directamente del castellano del Siglo de Oro) que no solamente nos cuentan mucho sobre nuestra propia historia, sino también nos hablan sobre nuestra forma de ser.

Quería hablá fino y como no sabemos, pues se mete la pata

'Como dicen en mi pueblo' es interesante a varios niveles, no solamente porque te descubre el maravilloso mundo del Corpus Sonoro de la España Rural (COSER), un proyecto creado por Inés Fernández-Ordóñez gracias al cual decenas de estudiantes han recorrido pueblos recónditos de toda España, hablando con sus habitantes más mayores sobre tradiciones antiguas y conociendo el habla 'común' de las distintas zonas de España, sino que constituye todo un compendio sobre la vida rural de nuestro país, las preocupaciones y alegrías de sus habitantes, sus costumbres y, por supuesto, su forma de ver el mundo. 

La lengua es nuestra caja de herramientas de la comunicación: cuando nos falta una herramienta, antes de ir a comprar otra, tratamos de apañarnos con lo que ya tenemos, incluso si tenemos que innovar un poquito y usar cosas de una forma distinta a la que estaba planeada inicialmente. Si la idea es buena, la innovación triunfará y la herramienta habrá cambiado. Lo mismito pasa con el habla, solo que de una forma menos consciente y reflexiva.

Sin duda, el lenguaje refleja nuestra forma de ver el mundo. Es un código secreto compartido en sociedad que, una vez que se conoce, nos abre las puertas a todo un mundo (cuantas más lenguas, más mundos). Pero, al mismo tiempo, ese código forma parte de la realidad tangible, de nuestro día a día. Y como el día a día de cada persona es diferente, es lógico que el lenguaje también lo sea. 

A través de los artículos (unos más técnicos y otros menos), que, en muchos casos, parten de ejemplos conocidos (como ocurrió con aquel famoso vídeo de Miquel Montoro y su famoso ¡hòstia pilotes! o el si me queréis irse  de La Faraona), podemos conocer las diferentes formas de hablar y de ver la vida a lo largo de todos los puntos de España, desde el norte hasta el sur, pasando por las particularidades del euskera, del asturiano o del gallego (y descubriendo por qué éste último nos resulta tan cariñoso y agradable al oído). 

Miquel Montoro y su famoso ¡hóstia pilotes! sirve como ejemplo para explicar una de las particularidades del mallorquín, la variación del esquema en castellano que + adjetivo + verbo por un calco del catalán que + verbo + de + adjetivo ¡qué son de bones! 

Aunque l@s autores/as han tratado de hacer el libro lo más ameno posible, sobre todo pensando en aquellas personas 'ajenas' al mundillo, es cierto que, si no se es lingüista o filólogo/a, hay muchas ocasiones en las que la lectura puede resultar un tanto técnica/pesada (al fin y al cabo, edita Pie de página, especializada en lingüística), pero, una vez que le coges el ritmo, acaba por resultar tremendamente interesante. Aquí va un ejemplo de una de las transcripciones recogidas en una de las entrevistas del COSER en Chipude (Vallehermoso):

-Yo ya no, mi niña, yo ya no sé, señor, yo ya no pueo. No tengo entadura. Desde que se perdí la entadura.
-¿Pero cuando silba como ha silbado antes, así solo con los labios... eso también se puede silbar?
-Sí, sí silbaban ansí, sí había...
Lo que más me ha gustado del libro (aparte de que he aprendido fenómenos lingüísticos que desconocía, como es el caso de la existencia del paragoge, que consiste en añadir un sonido al final de una palabra como clube, servidore, sumare..) es que, pese a que está escrito por-y-para filólogos/as (ciertamente, no para una periodista random), ofrece una mirada muy limpia y muy comprensiva sobre la forma de hablar de estas personas, tan denostada a menudo, incluso por sus propios hablantes, como dice esta mujer de Liétor, Albacete.
-Sas que no hablamos bien tampoco. 
-No hablamos bien. En los pueblos no s'habla bien. ¿Sabes po qué? Mira...
[...]
-Mi suegro hablaba así aún mu-, muchas cosas aún peó que noso. Y lo vide, puestos de decí lo vi. Lo vide, mucha gente lo dice eso, lo vide. Y puestos decí la comida, la, la [Nombre Propio] aún: "La, la comía, voy a hacé la comía"
Sin embargo, para los participantes del COSER, no solamente no se trata de errores, sino que, como se intenta explicar a lo largo de todo el libro, la percepción de las diferentes formas de hablar no corresponde a nada más que a eso: a percepciones. Porque, por mucho que diga la RAE, (que ésta no es más que un organismo que se encarga de recopilar normas más ortográficas que otra cosa, y que también tiene sus percepciones), la lengua es de quien la habla. Y cada zona tiene su forma de hablar propia debido a su propio contexto geográfico y al del hablante.

Las diversas formas de hablar que existen en España, y lo que hoy se considera correcto o no, no son más que una moda que en trescientos años, es fácil que queden desactualizadas, y que, lo que hoy consideramos como arcaico o vulgar, sea lo normal. Porque la lengua evoluciona junto con la sociedad y eso es algo que, a menudo, tendemos a pasar por alto, tan obcecados como estamos a veces en 'hablar bien'. No nos engañemos, hasta los más estudiosos e intelectuales (y estoy segura de que la gran mayoría de l@s de la RAE, Pérez-Reverte incluido), han suprimido alguna vez la /d/ intervocálica al hablar, o han caído en el leísmo, laísmo o loísmo (¿quién se aclara con los pronombres?)

Asín que, antes de echarnos las manos a la cabeza y querer abrirnos en canal porque ahora cocreta y almóndiga están en el diccionario, o hacer de policía del lenguaje cuando alguna persona mayor de nuestro entorno dice 'me se ha caío', tal vez sería bueno que recordásemos que esas son formas de hablar tan aceptables como cualquier otra y que, de hecho, contienen una gran historia detrás (a menudo, heredados de la historia y las maneras de hablar de cientos de generaciones pasadas) y no lanzarnos como mihuras con el dedito en alto para la corrección (algo que tod@s, yo la primera, hemos hecho, reconocedlo).

Una lástima que aprendamos tan fácilmente a menospreciar nuestra manera de hablar sin ser conscientes de las maravillas lingüísticas que podríamos estar escondiendo.


¿Y vosotr@s? ¿Sois la pasma del lenguaje? ¿Creéis que Reverte ha dicho alguna vez 'me v'ia ir pa casa'? ¡Contadme! 

1/6/24

El rincón de los libros: Trilogía 'Las chicas de campo', de Edna O'Brien

 

Desperté sobresaltada y me incorporé de inmediato. Únicamente me despierto de esa forma cuando algo me angustia; aún así, en un primer momento, no recordé por qué tenía el corazón tan acelerado. Entonces recordé. La razón de siempre: él no había vuelto a casa.

¡¡He vuelto!! Confío en que me perdonaréis la laaaarga espera (cuatro años, ¡que se dice pronto!) pero he estado un poco liada viviendo (y leyendo, claro). He hecho un pequeño lavado de cara al blog, quitando entradas que me parecían anticuadas o pueriles (recordemos que, cuando empecé este proyecto apenas rondaba la veintena, y, como dice la jefaza máxima...

Así que sí, he destruido con gusto algunas entradas en las que ya no me veía representada para dar paso a otras nuevas. Las fotos no serán tan estupendas pero prometo contenido premium high quality para quienes quieran leerlo. 

¿Cuánto me durará la vuelta? Pues sabe Dios, la verdad. 

En fin, al lío, que nos acabamos eternizando si no. 

La trilogía de 'Las chicas de campo' está, como su propio nombre indica, compuesta por tres novelas. A saber: 'Las chicas de campo', 'Las chicas de ojos verdes' y 'Chicas felizmente casadas'. Como os podéis imaginar, se trata de una historia de crecimiento, concretamente, del desarrollo de dos jovencitas, Kate y Baba, que nacen en un pueblo de la Irlanda rural de los años 50 donde, ¡oh sorpresa! no hay ningún tipo de espacio para básicamente nada que se salga de lo convencional. Osea, ir a misa y agachar la cabeza (esto último en caso de que seas mujer). Si eres hombre tienes un bonus: poder emborracharte y pegarle a tu mujer para paliar tu frustración interna sin que haya consecuencia ninguna... Como se ha hecho toda la vida, ¿no? 

Los tiempos cambian... o no

La propia Edna O'Brien (que tiene 93 años y se parece un poco a Isabel Allende cuando ésta no tenía el pelo blanco), ha reconocido que la trilogía tiene tintes autobiográficos (SPOILER. SELECCIONA EL HUECO EN BLANCO PARA SEGUIR LEYENDO. ¡Si hasta el nombre del marido de Kate, Eugene, se parece al de su exmarido, Ernest! FIN DEL SPOILER).

Como os podéis imaginar, la trilogía causó bastante... incomodidad entre la gente de Tuamgraney (si, he tenido que copiar y pegar el nombre de Google para escribirlo bien), la aldea de O'Brien. Una anécdota curiosa: el párroco quemó tres ejemplares en la plaza del pueblo en plan Inquisición. Creo que la novela no le hizo demasiada gracia. No sé, ¿eh?
-¿Ha vuelto mi padre? 
-Sí, a cambiarse de camisa 
-¿Le ha pegado? 
-¿Acaso no tiene que pagarla con alguien cada vez que se emborracha? Si no es con ella, me toca a mí; y si no estamos ninguno de los dos, pues con el perro.
La causa de todo este hate radica básicamente en que las novelas hablan sobre cómo dos amigas se las apañan para intentar salir de ese ambiente opresivo y radical que puede ser la vida en un pueblo en el que no hay nada. Pero no solamente se trata de eso, sino que relata con bastante crudeza lo que hay ahí fuera, con sus luces y, sobre todo, con sus muchísimas sombras. O'Brien no se corta un pelo a la hora de mostrar el maltrato en todas sus formas, desde el físico, con el padre de Kate (la buenecita) moliendo a palos a su madre o, incluso a su propia hija si es necesario (no vaya a ser que haga algo diferente a lo que él quiere), hasta el emocional, pasando, por supuesto, por el económico o, incluso, la violencia vicaria. Son asuntos bastante duros (y que, desde luego, no esperas encontrarte en un libro que tiene florecitas en la portada) pero, lamentablemente, es el día a día de la gran mayoría de las mujeres que habitan en el mundo. Hombres que engatusan, engañan, que violan, (spoiler, ya sabes lo que tienes que hacer) que no tienen ningún reparo en dejar embarazadas a las mujeres y luego hacer el clásico si-te-he-visto-no-me-acuerdo, en una época en la que, recordemos, el aborto estaba prohibido y, en definitiva, castigan a las mujeres con toda la dureza con la que pueden. He de decir que también hay algunos hombres buenos (pocos), pero, la mayoría de ellos, son presentados como bobos o peleles (o acaban así). En resumen, respecto a los hombres en la novela: los que no son unos completos gilipollas abusadores, son tonticos. Tal vez porque resulta sencillo entender a las protagonistas, su forma de actuar y su evolución, la novela mantiene su actualidad hoy en día y no ha quedado en absoluto anticuada. Quiero decir, una ama a Jane Austen, pero a veces es difícil identificarse con el desarrollo de sus protagonistas porque los tiempos han cambiado, pero este no es el caso. 
Me puse en pie y dije, histérica:
- Quiero irme a casa.
- Eres una golfa frígida. Una golfa frígida -dijo él, y dio un largo trago de whisky.
-¡Y tú eres mezquino y asqueroso! - exclamé yo. Había perdido la compostura.
-¿Y para qué narices has venido entonces? -preguntó mientras yo me acercaba a la puerta y llamaba a Baba. 
Baba no es ni más ni menos que el alter-ego de la buena de Kate, que no quiere poner ni medio piecito fuera del redil porque es lo que le han enseñado (quien, a su vez, es el alter-ego de la propia autora, como ella misma reconoció en una entrevista en El País). Baba es una muchacha mucho más resuelta, que es consciente de que el mundo es difícil y de que una tiene que aprender a sacarse las castañas del fuego por sí misma, y, tal vez por eso, es la que sale mejor parada de las dos. Porque, pese al entorno de violencia en el que Kate ha crecido (y en el que se desenvuelve constantemente), ella está convencida de que el amor la salvará. Kate busca amor igual que lo hacen los del programa ese de La fiebre del Oro, y, con que encuentre solo una pepita, aunque sea pequeña, ínfima, ya se siente la mujer más afortunada del mundo. Es fácil entender a Kate, que solamente quiere que alguien honesto le de un abrazo y le garantice que ya pasó todo, que ya puede estar tranquila. Al fin y al cabo, todas nos hemos sentido así en algún momento. Este contraste entre ambas protagonistas es un elemento fundamental para darle agilidad a la novela y para que ésta no acabe resultando ni demasiado pringosa ni demasiado seca.

Una de las cosas que más me ha gustado de la trilogía es que refleja increíblemente bien los cambios, ya no solamente a nivel sociopolítico, sino también a nivel personal de las protagonistas. Ambas amigas (que mantienen una relación de amor-odio) van evolucionando juntas, aunque a veces tomen caminos separados. Sin embargo, nunca se llega a romper del todo ese vínculo y yo supongo que eso es la verdadera amistad (aunque Baba a veces sea una auténtica cabrona con Kate). Si Kate y Baba son una misma persona (es decir, la autora), la obra podría representar una especie de metáfora de las dificultades que una tiene que pasar hasta lograr estar en una cierta paz consigo misma, una armonía que, en todo caso, no proviene de las enseñanzas y expectativas más tradicionales (cásate, ten un hijo, cómprate un perro, vístete siempre combinando marrón, blanco y negro, y toda esa parafernalia, ya sabéis a lo que me refiero), sino que sea casi fuente de un sentido primario de la supervivencia. Porque eso es lo que ambas son en el fondo: supervivientes. Por si no lo habéis adivinado a estas alturas, O'Brien no se lleva especialmente bien con la iglesia católica. 
Hasta Baba se da cuenta de lo mucho que he cambiado, y me dice que como no deje de estudiar por las noches acabaré hecha una pobre desgraciada con gafas y zapatos planos. Lo que Baba no sabe es que por fin estoy aprendiendo a ser yo misma, y cuando sea capaz de expresarme imagino que no me sentiré tan sola ni tan lejos del mundo al que él intentó llevarme demasiado pronto.
Las dos primeras novelas están narradas íntegramente desde la perspectiva de Kate, pero, en la tercera, empezamos a tener también la visión de Baba, un personaje que, en las dos primeras obras es posible que nos parezca una auténtica gilipollas. Sin embargo, es al final cuando comprendemos que su único afán es escapar de todo, del tedio, de las expectativas, de la miseria. Baba es una piedra dura dura quenosepuedeaguantá (como diría La Faraona), aunque, claro está, también tiene su corazoncito. 
Hace poco nos lamentábamos, Kate Bradyy yo, mientras tomábamos unos tristes gin fizz en un bar del centro de Londres, de que nada nunca iría mejor en nuestras vidas, de que moriríamos en el mismo estado en el que nos encontrábamos: bien alimentadas, casadas, insatisfechas. 

Pese a toda la dureza que contiene, el libro está muy hermosamente escrito. O'Brien no se recrea en los pasajes más crueles, sino que, simplemente, los deja estar. Pasan. Tanto los buenos como los malos momentos están ahí y ambas protagonistas los viven como pueden y los solucionan como mejor les parece conveniente. Y tal vez ahí está la verdad que esconde la novela: en que la vida no se trata de alcanzar unas ciertas expectativas inexistentes, sino en hacer lo que buenamente se puede sin perderse por el camino.


¿Conocíais la trilogía? ¿Qué opináis? Contadme y... ¡nos vemos en la próxima aventura!

7/7/20

El rincón de los libros: 600 libros desde que te conocí, de Virginia Woolf y Lytton Strachey

Lytton Strachey; Virginia Woolf; Goldsworthy Lowes Dickinson, fotografiados por Lady Ottoline Morrell en junio de 1923. © National Portrait Gallery, London

46 Gordon Square
Jueves, [22 de noviembre, 1906]

Querido señor Strachey,

Nos gustaría mucho verlo, si pudiera venir algún día. ¿Le vendría bien el próximo domingo alrededor de las seis de la tarde? Vanessa está mucho mejor, y le encantaría conversar con usted. Atentamente, 
Virginia Stephen

Así comienzan 25 años de amistad epistolar (y offline) entre Virginia Woolf y Lytton Strachey, dos grandes autores de comienzos del s. XX y que queda plasmada en 600 libros desde que te conocí, que muestra las cartas que durante años ambos autores se enviaron. 

Incisivos, sarcásticos, picarescos y soñadores

Encontré este libro por casualidad en la librería Antonio Machado (por la gloria de vuestra madre, comprad en pequeño comercio), y estuve hasta el último momento dudando de si debía o no llevármelo. Finalmente lo hice, y por el motivo más mundano que os podáis imaginar: en la faja aparecía la archiconocida frase "No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente". Lo leí esperando que esta oración se encontrase dentro del libro (no es así). No me arrepiento de nada.  
3 de abril de 1920
¿Cómo estás? Nosotros llegamos aquí ayer, muy contentos ―aunque hasta ahora no me he comprado una piara de cerdos ibéricos.
Lytton

Cada vez que leo algo salido de la pluma de Virginia Woolf (que a estas alturas ya debíais saber que la amo con todas mis fuerzas) no puedo evitar emocionarme. Creo que Virginia es una de las personas más maravillosas que le ha pasado a la literatura, y estas cartas lo confirman. Desconocía por completo al personaje de Lytton, pero la verdad es que he quedado prendada de su dulzura de osito-de-peluche y de su capacidad para exprimir al máximo toda su puntiaguda sagacidad. ¿Eran unas marujas? Evidentemente. ¿Las amo por ello? Por supuesto. No puedo evitarlo, me encanta el salseo, incluso si es de la década de 1910. Real que hay tanta salsa aquí que, cuando estas cartas se publicaron originalmente, tras la muerte de Virginia, Leonard Woolf tuvo que censurarlas porque algunas de las personas de las que se hablaba seguían vivas. Os hacéis una idea de que NO decían cosas cuquis. 
Imagínate a diecisiete miembros de la familia Sheepsank en un tugurio de Birmingham y a Mary como la más brillante del grupo (al menos eso dice ella) [...] Como los franceses, no tiene válvula de escape. 
(fan máxima de lo marujos que son)

Salseos aparte, las cartas no tienen desperdicio. ¿Sabes ese amigo (o amiga) que es tu repositorio de cosas, al que le puedes contar todo y con quien hay una química brutal? Eso eran Virginia y Lytton, y me parece una belleza sin igual. La amistad y la complicidad entre ambos se palpa desde la primera hasta la última página, de hecho, se palpa mucho más en las últimas cartas que en las primeras, y resulta toda una gozada leerles e imaginar la emoción de ambos al recibir una carta de su querido/a amigo/a. 
No obstante, debes tener en cuenta que los furúnculos, ampollas, sarpullidos y vómitos verdes y azules los envía el mismísimo Dios a aquellos cuyos libros se reeditan por cuarta vez en seis meses. 
Este es un libro, para disfrutarlo, sin ir más allá. Eso no quiere decir que no sea una obra genial, que lo es, pero es un libro que vale la pena simplemente leerlo para imaginar a estos dos magníficos personajes en su faceta más cotidiana, del día a día, que es algo que, a menudo, tendemos a olvidar cuando nos imaginamos a nuestros escritores o artistas favoritos. En estas cartas, Virginia y Lytton no son los grandes escritores que normalmente tendemos a imaginar, sino que son dos amigos que quedan para charlar, que dudan acerca de su trabajo y que quieren saber la opinión del otro. Son dos amigos que se aburren tremendamente en algunas fiestas, que se emocionan cuando hay carta del otro porque hace mucho tiempo que no saben qué es de él (o de ella) y que, en definitiva, disfrutan de su compañía mutua. 

Pese a la enorme tentación, no he tocado ninguna de las cartas que te han ido llegando. 
A lo largo de estas misivas, en definitiva, vamos viendo la evolución de ambos, tanto a nivel personal como en su conjunto, como amigos. Vemos a personas que cometen errores ―Lytton le pidió matrimonio a Virginia y ésta le rechazó, aunque siguieron siendo amigos hasta la muerte del escritor―, que se casan (en el caso de Virginia, puesto que Lytton era homosexual, pese a que vivió muchos años con la artista Dora Carrington, quien se acabaría suicidando tras la muerte de Lytton), que aman y que odian, que se preguntan cosas sobre el mundo y que cuestionan la sociedad en la que viven, de la que, a veces, acaban hastiados. Es en esos momentos cuando lo único que quieren es la compañía mutua. 

Lo más interesante de observar, como te he dicho muchas veces, no son los espíritus distinguidos, sino los humildes, los que están ligeramente perjudicados, los excéntricos. 
Como os podréis imaginar por el título, en esta obra hay muchísimos libros. Muchísimos. Uno por carta, me atrevería a decir. Siempre me he preguntado qué leerían mis autores favoritos y este libro responde con creces. Tanto Virginia como Lytton disfrutan hablando de sus lecturas (¿hay algo más bonito que eso?), analizándolas y comentándolas. Una cosa que me ha gustado especialmente es el hecho de que hablan de sus libros como si fueran personas, refiriéndose a ellos por los nombres de algunos de sus personajes o, simplemente preguntando qué tal con su autor. Esa capacidad de conectar de una manera tan profunda con un libro me parece una maravilla. 

Luego de esta vertiginosa carrera, ahora me he sumergido de lleno en Crime et Châtiment [Crimen y Castigo]: cincuenta páginas antes del té, y veo que sólo son ochocientas, así que acabaré prontísimo. Ya es evidente que se trata del mayor escritor que haya existido jamás, ¿y si resulta que decide que todo se convierta en algo espantoso, qué sería de nosotros? La luna de miel se arruinaría por completo. Si él decidiera que es mejor acabar con la esperanza humana, ¿qué nos quedaría, sino suicidarnos en el Gran Canal?
La verdad es que éste es un libro de lo más especial, que, como ya he dicho, nos acerca al lado más humano, divertido y pícaro de estos dos grandes autores. Me ha gustado imaginarme a una Virginia recién casada paseando por las calles de Madrid, y ver a Lytton, en una cabaña en medio de la nada, procastinando antes de ponerse a escribir. Es un libro que te hace sentir más cerca de ambos, comprender su sincera amistad, y creo que pocas cosas hay en este mundo más bellas que eso. 

Ojalá pudieras venir a tomar el té conmigo todos los días.


PD 1: Por si os pica la curiosidad, he encontrado este audio con la voz de la mismísima Virginia Woolf. ¡Podéis imaginárosla leyendo a Lytton su última novela! 


PD 2: Quizá os sorprenda saber que Vanessa Bell (la hermana de Virginia), tenía una relación abierta con su marido. ¡Quién lo diría!

PD3: Pongo esta foto de portada tan chula en lugar de una foto del libro porque me encanta que ambos salgan tan badass ya en 1923. También porque no me ha dado tiempo a fotografiar el libro, pero principalmente por lo badass.

9/6/20

Las mujeres de Charles Dickens



Charles Dickens con sus hijas (Robert Hindry Mason, 1869). Wikimedia Commons


Charles Dickens (1812-1870), famoso escritor inglés de la época victoriana, es objeto de debate y controversia en estos últimos años y no es por ninguna de sus novelas, relatos o ensayos periodísticos, sino por su relación con las mujeres.

Tres son las mujeres que, principalmente, marcaron su vida: Maria Beadnell Winter fue su amor juvenil e inspiración para algunos personajes de sus novelas; Catherine Hogarth fue su esposa, con quien tuvo diez hijos y de quien se separó en 1858; y Ellen Ternan (Nelly) es el nombre de la actriz con quien mantuvo un idilio en su madurez, durante más de 10 años, en lo que era un secreto a voces.

Poco se ha escrito sobre ellas, pero desde los años noventa del siglo XX hasta ahora, la crítica especializada ahonda en estas figuras y las rescata de un olvido injusto o de un retrato inexacto, como ha sido el caso de Catherine (Hogarth) Dickens, su mujer, una gran desconocida para el gran público. Del mismo modo, Nelly Ternan, conocida como “la mujer invisible”, según Claire Tomalin, ha recibido más atención recientemente. Tomalin escribió una biografía sobre la relación entre la actriz y Dickens en 1990. En el año 2013 se llevó su historia a la pantalla en la película The Invisible Woman.

Un primer amor frustrado

Dickens enamorado nos trae, por primera vez en español, la correspondencia entre Dickens y Maria Beadnell Winter, su amor juvenil, en diversos momentos de la vida de Dickens. Con forma de ensayo biográfico, esta obra redescubre la faceta amorosa del escritor. El joven Dickens sufrió enormemente en su juventud al encontrarse con el rechazo frontal a sus planes de boda por parte de los padres de su amada Maria, fuente de inspiración del personaje de Dora en la novela David Copperfield.






Maria Beadnell Winter / Dora.


La esposa y madre, Catherine

Catherine Hogarth Dickens a partir de una obra de Daniel Maclise, R.A. Wikimedia Commons
El matrimonio entre Charles Dickens y Catherine Hogarth fue feliz al principio. Tuvieron 10 hijos en un período de 22 años. Sin embargo, su relación se deterioró con el tiempo. Dickens extendió la idea de que su mujer era débil y una madre incompetente, lo que construyó una imagen de Catherine Dickens como una mujer perturbada y mentalmente inestable, y la gran culpable de la infelicidad del matrimonio. Este retrato fue alimentado por el mismo Dickens, gracias a lo que se conoce como “la carta violada”, donde describió los supuestos problemas mentales de Catherine, así como la infelicidad de su matrimonio, y que se filtró a la prensa en 1858.

No es extraño que se piense que la representación literaria que hace Dickens de un matrimonio infeliz, como el de Dombey y Edith, su segunda esposa, en la novela Dombey and Son está basada en la propia experiencia de Dickens. En el capítulo 47, la voz narradora describe esta pareja como dispar, mal avenida e infeliz, lo que podría aplicarse a la situación del matrimonio en el momento de la publicación de la novela (entre octubre de 1846 y abril de 1848).

“The barrier between Mr. Dombey and his wife was not weakened by time. Ill-assorted couple, unhappy in themselves and in each other, bound together by no tie but the manacle that joined their fettered hands, and straining that so harshly, in their shrinking asunder, that it wore and chafened to the bone. Time, consoler of affliction and softener of anger, could do nothing to help them. Their pride, however different in kind and object was equal in degree; and, in their flinty opposition, struck out fire between them which might smolder or might blaze, as circumstances were, but burned up everything within their mutual reach, and made their marriage a road of ashes”

(El muro entre Mr Dombey y su mujer no se había debilitado con el tiempo. Pareja mal avenida, infelices consigo mismos y con el otro, estaban unidos únicamente por las esposas que encadenaban sus manos, y que apretaban hasta el hueso. El tiempo, que consuela las aflicciones y suaviza la ira, no podía hacer nada para ayudarles. Su orgullo, aunque de diferente tipo y dirección, era idéntico en grado; y en su obstinada oposición saltaban chispas entre ellos que podían arder en llamas o carbonizar, dependiendo de las circunstancias, pero que quemaban todo lo que alcanzaban y hacían de su matrimonio un camino de cenizas.)

Una imagen falsa

En 2010, la experta estadounidense Lillian Nayder rescata la figura de Catherine en su biografía The Other Dickens: A Life of Catherine Hogarth. Por primera vez se despojaba a Catherine Dickens de esa imagen construida en su contra, y se reconstruye un retrato más ajustado a la realidad recuperando material inédito y correspondencia de amigos y familiares. Nayder traza la vida de Catherine no solo en los años de matrimonio con Dickens, sino también durante su juventud, en el ambiente intelectual del Edimburgo de principios del siglo XIX. Asimismo, proporciona claves para entender la relación que mantuvo con sus hermanas, sobre todo, con Helen, la más joven, quien fue su gran apoyo tras la separación. Según Nayder, Catherine Dickens fue una mujer inteligente, culta, apreciada en su entorno familiar y cultural por lo que esta biografía permite al público descubrir una figura que hasta hace bien poco había sido silenciada.

Esto ha supuesto un vuelco en la consideración de la mujer de Dickens. Tras la obra de Nayder se han publicado, en esta misma línea, otras biografías, artículos e incluso se ha llevado a cabo una exposición en el museo Charles Dickens titulada “The Other Dickens: Discovering Catherine Dickens”, basada en el libro de Nayder quien, además, fue la comisaria de la exposición.

Encierro y locura

Al arrojar luz sobre Catherine, la biografía de Nayder desveló la estrategia de Dickens de distorsionar y silenciar la figura de su mujer. Esto se confirma cuando en el año 2019 el investigador John Bowen descubrió unas cartas (en concreto, 98), depositadas en la Universidad de Harvard. Estas cartas, que contienen información de primera mano de Catherine, revelan que el famoso autor tuvo la intención de encerrar a su mujer en un manicomio a pesar de estar totalmente cuerda. El descubrimiento de estas cartas ha llamado la atención del público, donde se habla constantemente de la misoginia de Dickens.

Catherine Waters, aporta, sin embargo, interesantes opiniones sobre los esfuerzos que realizó Dickens por apoyar campañas en contra de la injusticia social y legal contra la mujer. El escritor fue además mentor de autoras como Eliza Lynn (Linton) y Harriet Martineau, a quienes ofrecía espacio en su revista Household Words para que realizaran contribuciones periódicas.

Gracias al trabajo de especialistas universitarios, conocemos más y mejor la relevancia de las tres mujeres principales en la vida de Dickens.Estas mujeres silenciadas, que habían permanecido a la sombra del escritor victoriano, recuperan voz y presencia en la crítica y en la cultura contemporáneas.
The Conversation


Este artículo fue publicado originalmente por Rosario Arias, catedrática de Filología Inglesa en la Universidad de Málaga, en The Conversation. Lea el original.

6/6/20

El rincón de los libros: Ser mujer negra en España, de Desirée Bela-Lobedde


Nací a finales de 1978 en Barcelona. Sí, soy española, aunque por el color de mi piel, muchos dirán que soy de cualquier otra parte. Por el color de mi piel he sido cubana, dominicana, brasileña... Cuando la gente intenta adivinar, me sitúa en muchos sitios diferentes, en Estados Unidos también, claro, pero nunca en España. 
Desirée Bela-Lobedde es una activista, escritora y comunicadora española afrodescendiente. Su primer libro, Ser mujer negra en España, es un compendio de reflexiones y situaciones vividas por la propia autora en la que se habla sobre el racismo diario al que se ha tenido ―y sigue― teniéndose que enfrentar a lo largo de toda su vida simplemente por el color de su piel. 

Estado Español No Tan Blanco

Probablemente esta sea la reseña más difícil que he escrito mucho, muchísimo tiempo. También me da un poco de miedo hacerla, porque reconozco mi más absoluta ignorancia sobre este tema, y no escribo desde la seguridad con la que puedo tratar otros temas, como el feminismo. Sin embargo, creo que es increíblemente necesaria, teniendo en cuenta los tiempos que corren. Tras leer este libro, me he dado cuenta de varias cosas: la primera, que aunque las personas blancas nos creamos que no somos racistas, SÍ SOMOS RACISTAS. Aunque no lo queramos, las personas blancas somos racistas. La segunda: este es un pensamiento incómodo y que, incluso, puede llegar a avergonzarnos. Como persona blanca, me he dado cuenta de que es imposible no ser racista ―y no haber tenido actitudes racistas― en una sociedad en la que el racismo es estructural, en el que las personas negras apenas tienen visibilidad en la sociedad y en la que se siguen haciendo anuncios racistas que se emiten en la televisión en pleno prime time. Así que sí, el libro de Desirée es una manera de abrir los ojos si, aunque seas racista, quieres  empezar un arduo proceso de deconstrucción para dejar de serlo

Alguna vez, cuando he explicado anécdotas de este tipo, de las canciones que me cantaban otros niños y niñas, siempre hay alguien que sale con el típico «bueno, es que los críos son crueles» o «son cosas de niños». A mi parecer, si pensamos que esas conductas no hay que frenarlas, tenemos un problema... porque esos críos no van a ser críos toda la vida. Crecerán. Y las agresiones que, a los siete o diez años son «solo» ofensas verbales, si no se paran, mutan a otro tipo de agresiones. [...] Si nadie le dio importancia cuando esos niños tenían ocho o nueve años y crecieron pensando que estaba bien insultar a las personas con un color de piel diferente, ¿qué haremos cuando esos chavales, a los dieciséis o diecisiete años, crean que está bien agredir a las personas con un color de piel diferente?
Estos días, como muchísimas otras personas, me he tomado un tiempo en pararme a pensar en todo lo que está sucediendo con el movimiento antirracista y el #BlackLivesMatter. Es un tema complejo del que, a nivel personal, creo que aún me falta (nos falta) mucho por aprender. Yo había leído libros libros en los que se trata el racismo, como Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie, El color púrpura, de Alice Walker, etc. Y sin embargo, creo que, hasta que no he leído un libro como el de Desirée, ambientado en mi propio país, con experiencias con las que me puedo identificar, no me he dado cuenta de lo internalizado que podemos tener el racismo estructural en el que vivimos y en el que somos criad@s sin quererlo. 

Hace unos años le decía a un amigo lo injusto que me parecía que a las personas negras nos pare la policía para pedirnos la documentación. En ese momento, mi amigo me dijo algo como «bueno, si un pelirrojo comete un delito, pues es normal que le pidan la documentación a todos los pelirrojos, ¿no?». Decidí no contestarle por muchos motivos, pero para mi estaba claro que no era lo mismo. A día de hoy mi amigo entiende que no es lo mismo. Ha entendido que su ejemplo era un mal ejemplo porque él partía del hecho de que buscaban a alguien en concreto por haber hecho algo ilegal. Pero ¿es delito tener más melanina que el resto de la sociedad?¿Eso justifica las identificaciones policiales?
A mi, personalmente, este libro ha contribuido a abrirme los ojos. Hay una cosa en el libro que me resulta de lo más reveladora, y es un momento en el que Desirée habla de cómo, muchas personas, han intentado justificar sus comportamientos racistas bajo la premisa de que no lo hacen con «mala intención». Ese punto me hizo reflexionar. Porque, ¿quién no ha escuchado esta frase alguna vez?. Como dijo la propia autora en un directo después del #BlackOutTuesday «El infierno está plagado de buenas intenciones». Es necesario dejar de justificar acciones / conversaciones / situaciones racistas bajo el paraguas de las "buenas intenciones". Es necesario que tomemos la responsabilidad de nuestros actos. Que nos moleste reconocerlo. Que sintamos vergüenza. Porque solo así, habremos comenzado el camino hacia nuestra propia deconstrucción.



Si nunca has estado inmersa (de lleno) en el movimiento antirracista, este libro es perfecto para comenzar, ya que no habla de conceptos complicados, sin de situaciones del día a día. Además, el estilo es ágil y está plagado de anécdotas con las que la autora ejemplifica a la perfección qué es exactamente lo que quiere decir. Si tuviera que ponerle un pequeño pero, diría que hay un par de capítulos en los que la autora se repite y eso, a nivel personal, resulta un poco desconcertante porque las palabras son prácticamente las mismas.

En Ser mujer negra en España podemos ver cómo es crecer siendo española y negra, y cómo es tener que aguantar, día tras día, que una sociedad que supuestamente ya-no-es-racista, siga pensando que una mujer, por ser negra, tiene un menor nivel educativo o que, si va paseando con su hija por la calle, sea «la cuidadora». También muestra cómo es tener que enfrentarte constantemente a la pregunta de: ¿de dónde eres, de verdad ?. Pensad, por un momento, cómo sería tener que vivir en un país cuya sociedad te dice cada día, de una manera o de otra que, no-eres-de-aquí simplemente por el color de tu piel. 

Me he reconocido siempre como mujer española. O lo he intentado, más bien; pero en la edad adulta ha sido cuando he entendido que no encajo en el constructo de españolidad que la mayoría de las personas tienen en su cabeza. 
Otro de los temas que se trata en el libro es la importancia del pelo. Esto puede parecer una tontería (¡estamos hablando de Racismo, por favor!), pero creedme que no lo es. Por supuesto que no se puede comparar, pero como persona que tiene el pelo extremadamente rizado, entiendo a lo que se refiere Desirée cuando habla del suplicio que supone tener que alisarse ―porque llevar el pelo largo y liso es prácticamente lo único que se ve en la televisión y en los medios de comunicación―, y de lo dañinos e incómodos que son estos procesos. ¿Puede ser la estética una forma de activismo? Yo, al igual que Desirée, creo que sí. No cabe duda de que la apariencia, cómo nos vestimos en según qué situación (¿os acordáis de Melania Trump llevando una chaqueta con el mensaje I don't care, do you? [No me importa, ¿y a tí?] para visitar a niños migrantes en 2018?), puede llegar a decir mucho de nosotr@s. Por eso resulta tan importante el momento en el que una "da el paso" y decide amar su pelo natural, tal y como es, sin intentar cambiarlo. Es un momento de lo más empoderador.

Todos los mensajes que recibes sobre el pelo afro natural son negativos: que es seco, que es duro, que cuesta peinarlo, que es informal, que parece desaseado y poco profesional... Que es malo. ¿Qué haces entonces? Te alisas. [...] El pelo de las personas negras siempre ha operado como un instrumento de opresión, en especial para las mujeres. Durante siglos se ha intentado que las mujeres negras escondieran o modificaran la naturaleza de su cabello y eso se ha intentado de diferentes formas. 



Este libro muestra esa "otra cara" de la historia. Porque es el momento de que, de una vez por todas, empecemos a escuchar las voces de las personas negras. Pero a escucharlas de verdad, no solamente a hacerlo en la música hip hop y en las jornadas de la diversidad. Escucharlas todos los días, en todos los temas. Porque el racismo, como he dicho antes (creo), es un sistema de opresión estructural que opera a todos los niveles: la historia, la fotografía, la ciencia... En todas las disciplinas se ha ignorado las voces de las personas negras, y eso es algo que tiene que cambiar. Creo que esa es una de las grandes necesidades que han surgido estos días. La necesidad de escuchar unas voces que llevan siendo sistemáticamente ignoradas durante siglos por las personas blancas, que nos hemos empeñado en empujar el racismo hasta el rincón más diminuto de nuestra escala de prioridades. En las escuelas no se enseña lo duro que fue el colonialismo, el sistema de esclavos. Se pasa muy por encima por las partes más terribles de la historia, porque la Historia está escrita principalmente por hombres blancos que en su día decidieron que todo el mundo tenía que ser exactamente como su mundo. Es por eso por lo que es tan necesario tener también otras historias que, como dice Chimamanda en su maravillosa conferencia Los peligros de la historia única, «nos ayuden a reparar la dignidad rota».

Por eso creo que libros como el de Desirée son tan necesarios. Para que podamos entender y liberarnos de los prejuicios que nos rodean todos los días.


¿Conocías este libro? ¿Te ha gustado? ¡Deja tu comentario! Un abrazo enorme y...

¡Hasta la próxima aventura!

23/5/20

El rincón de los libros: Tea Rooms (Mujeres Obreras), de Luisa Carnés



―... siendo los prontos reembolsos el alma del comercio, confío en que usted encontrará un medio de remitirme el producto neto de esta operación en letras sobre Londres o París...
Tea Rooms es la novela más famosa de Luisa Carnés, quien tal vez sea una de las figuras más desconocidas (muy injustamente) de toda la Generación del 27 (o grupo del 26, como sugiere Laura Freixas, en su intento por ofrecerles un lugar especial, que se aleje de la alargada sombra de sus coetáneos masculinos). Nacida en una familia humilde, desde muy joven tuvo que trabajar para sobrevivir. A los once años abandonó la escuela para ponerse a trabajar en la sombrerería de su tía. Posteriormente, trabajaría para la CIAP (Compañía Iberoamericana de Publicaciones), donde empezó a despuntar como escritora. Sin embargo, tras la quiebra de la editorial, Luisa hubo de ponerse a trabajar para lograrse el sustento en un afamado salón de té de Madrid. Fruto de esta experiencia nacería Tea Rooms, una obra que, tras más de 80 años de olvido, ha sido recuperada por la editorial Hoja de Lata y elevada al lugar en el que merece estar: en lo más alto. 

Mujer, obrera y feminista

Creíamos que nuestra única misión en la vida era la caza del marido, y desde chicas no nos preparaban para otra cosa; aunque no supiéramos leer, no importaba: con que supiéramos acicalarnos era bastante. Hoy sabemos que las mujeres valen más que para remendar ropa vieja, para la cama y para los golpes de pecho; la mujer vale tanto como el hombre para la vida política y social. 
Sin ningún tipo de temor a equivocarme, diré que Luisa Carnés es lo mejor que me ha pasado este año. Descubrirla me ha llenado de una alegría que no os podéis ni imaginar. Con esta obra, Luisa pasa a ser una de mis referentes vitales y artísticas, y estoy deseando leer más de ella. De hecho, os confesaré que, según terminé de leérmelo, lo volví a empezar. Porque había demasiados detalles, demasiadas cosas que se me habían perdido en una primera lectura y que merecían ser apreciadas en toda su grandeza. Tea Rooms es una novela que te engancha en la primera página y que no te suelta. Y, al terminar, una no puede dejar de sentir un profundo y sincero agradecimiento hacia Luisa por escribir algo tan bonito, sincero y actual. 

El marido también dice que no puede con tanto trabajo, y la esposa repite hasta el cansancio que está «todo el santo día hecha una mula». Pero también hay mujeres que se independizan, que viven de su propio esfuerzo sin necesidad de «aguantar tíos». Pero eso es en otro país, donde la cultura ha dado un paso de gigante; donde la mujer ha cesado de ser un instrumento de placer físico y de explotación; donde las universidades abren sus puertas a las obreras y a las campesinas más humildes. 
Tea Rooms está basado en las experiencias de Luisa como camarera en un conocido salón de té de Madrid. En la novela, la autora nos comenta el día a día de la pastelería, así como las preocupaciones que atañen a las empleadas, y sus modos de vida. No en vano, en su época de publicación original (1934), Luisa añadió otro subtítulo más a la obra: Tea Rooms. Mujeres obreras: una novela-reportaje. Y es que, al final, esto es lo que es la novela, una maravillosa obra en la que Luisa nos muestra, de manera clara (y privándonos de la posibilidad de mirar hacia otro lado, que es lo que solemos hacer con las cosas que no nos gustan), las miserias de la España de la época que, casualmente, son las mismas que nuestras miserias de hoy en día. 

Matilde preconiza la solidaridad, la unión de los trabajadores. Sin la unidad en la acción no se consigue nada. 
Lo que más sorprende de la novela, sin lugar a dudas, es su modernidad. Es una obra increíblemente moderna, sobre todo si tenemos en cuenta que se escribió hace casi 90 años. Los postulados de Matilde a favor de la solidaridad entre los trabajadores y sus palabras a favor de una mejora de las condiciones laborales y en contra de la explotación no pierden vigencia en absoluto. Y si no, pensad en las deplorables condiciones laborales de los riders, quienes trabajan a la intemperie, llueva, nieve o haga un sol de justicia por unos sueldos miserables. Al menos, Matilde podía refugiarse en la pastelería, ¿no?. 

Diez horas, cansancio, tres pesetas.
En la novela, Luisa no solamente expone las miserias de una sociedad en la que los derechos de los trabajadores (sorpresa, sorpresa) brillan por su ausencia, sino que también trata temas que afectan a la sociedad en su conjunto y, en especial a las mujeres: el derecho a huelga, la situación de las mujeres trans (por algún motivo nadie menciona este hecho en sus reseñas), los peligros de los abortos ilegales, la falta de interés de la sociedad en general (y de las mujeres en particular) en la cultura, la prostitución, los prejuicios de la sociedad, la falta de trabajo, la terrible brecha entre ricos y pobres, la sororidad (o más bien la falta de ella) entre las mujeres... Podría hacer una entrada entera en la que se hable sobre los temas que se tratan en este libro y me saldría una lista gigantesca. Porque, en realidad, parece que la sociedad no ha cambiado más que en la moneda que se usa, en el precio de las cosas (¿os imagináis un buñuelo a 10 céntimos? Qué fantasía), y en el desmedido uso del plástico. En el resto, seguimos más o menos igual. 
―Estuvieron ustedes en huelga el otro día, ¿no?
―Sí, señora.
―¡Yo no sé! Cada día están peor los obreros. Yo no he conocido nunca tantas huelgas. Y antes sí que estaban mal los trabajadores: tantas horas de trabajo y unos jornales tan pequeños. Pero ahora no se pueden quejar. Ahora están como quieren. Ellos son los que ponen peor las cosas, con tantas exigencias. 

En Tea Rooms, Luisa Carnés nos habla desde el pasado, desde la experiencia, para decirnos que la cultura y la unión es la única manera para avanzar como sociedad. En palabras de Antonio Plaza, historiador y especialista en la cultura de la Segunda República y el exilio, y  una de las principales figuras que trabajan por devolver a Luisa Carnés el lustre perdido durante casi un siglo, junto con el nieto de la autora, Juan Ramón Puyol, «la novela plantea el surgimiento ―en la España de los años treinta― de una mujer nueva, que busca la emancipación a través del trabajo. A diferencia de otras novelas sociales del momento, aporta una perspectiva femenina en relación con el trabajo de la mujer poco común y frecuentemente silenciada». No cabe duda de que la autora fue una de las grandes voces del feminismo de la época, a quien se relaciona con figuras como María Teresa de León o Clara Campoamor. Todas estas ideas sobre el avance de las mujeres a través de la cultura y el trabajo, sin necesidad de tener a nadie que las mantenga, son el eje que sustenta la novela: la necesidad de trabajo para poder conseguir la libertad. 

En los países capitalistas, particularmente en España, existe un dilema, un dilema problemático de difícil solución: el hogar, por medio del matrimonio, o la fábrica, el taller o la oficina. La obligación de contribuir de por vida al placer ajeno, o la sumisión absoluta al patrono o al jefe inmediato. De una o de otra forma, la humillación, la sumisión al marido o al amo expoliador.
¿No viene a ser una misma cosa?
Creo que Tea Rooms es una obra imprescindible, que inspira y emociona por sí sola. Es una novela hecha desde la convicción, desde el deseo de un mundo mejor. Luisa es consciente de dónde está y hacia dónde va y, a través de la novela, nos muestra su realidad sin tapujos. Cabe destacar, también, que Tea Rooms es una novela en la que se exploran todas las caras de las mujeres que componen la sociedad. Todas ellas, discriminadas de un modo u otro, intentan abrirse camino como buenamente pueden. Desde Matilde hasta la encargada, todas las mujeres de Tea Rooms tienen una voz propia, aunque, a menudo, ni siquiera son conscientes de ello. Esa es una de las cosas que más me maravillan de la novela. 

Las «de hoy» son mujeres «sin tipo», obreras miserables, con un hijo en el vientre; mujeres que, a veces, no saben leer.
Aunque nunca aparecía en las fotos (probablemente porque estaba trabajando), Luisa Carnés se ha ganado por derecho propio, un lugar entre las más destacadas literatas, intelectuales, y feministas de preguerra. Tea Rooms es una obra que inspira pero que, además, nos ayuda a explorarnos a nosotros como sociedad y, por supuesto, a nosotras como mujeres. 

La mujer nueva «sin tipo» ha hablado, y le ha respondido la pequeña Matilde.


¿Conocíais a Luisa Carnés? ¿Habéis leído algo de ella? ¿Sabíais de Las Sinsombrero? ¡Deja tu comentario! 

¡Hasta la próxima aventura!

14/3/20

El rincón de los libros: Vozdevieja, de Elisa Victoria


El vestido de gitana de mi madre acecha oscuro encima del armario. Es verde con grandes lunares negros. Cuando se lo pone, es la mujer más guapa que ha pisado el planeta, pero lleva muchos meses ahí tirado y estoy harta de verlo desde la cama.
Vozdevieja es la primera novela de Elisa Victoria (Elisita como, por alguna razón, ha quedado en mi mente), en la que, de manera semi-autobiográfica, la autora nos cuenta la infancia de Marina, una niña de nueve años que se enfrenta a un largo verano en Sevilla, a una madre enferma y a la difícil tarea de descubrirse a sí misma. 

Chabeles, golosinas e incertidumbres

Vozdevieja no es un libro cómodo aunque, a la vez, es una obra en la que resulta inevitable verse reflejada en algún punto u otro. Es una novela que está escrita desde los márgenes, como si las lectoras viéramos un poco todo a través de una mirilla pero que, a la vez, nos arrastra hasta hasta nuestro propio pasado como por arte de magia. Vozdevieja es, tal vez, uno de los libros que he leído en los que mejor se capta lo terriblemente difícil que es ser niña (o niño). 

Me hace cosquillas. Grito y pataleo. El mundo es un lugar inestable y cruel y nadie está libre de sus peligros. Peso mucho ya, pero aún así me lleva en brazos hasta la pasarela de madera. Nos ponemos los zapatos y volvemos. Podría reconocerla con los ojos cerrados entre cien mil madres.
Hay muchas cosas que hacen que esta novela sea especial. Muchísimas. Pero creo que, la más grande de todas ellas es la sinceridad que lleva implícita. A menudo acostumbramos a ver a los niños casi como si de pequeños muñecos se tratase, pero, cuando echamos la vista atrás y nos paramos a pensar en nuestra propia infancia, de pronto se nos aparecen una serie de imágenes (a menudo inconexas), de momentos cotidianos en los que descubrimos lo complicado que era el mundo. ¿Desde la inocencia? Sí. Pero, aún así, resulta inevitable pensar en ese instante en el que uno no termina de entender muy bien todo lo que está pasando a su alrededor, por mucho que se esfuerce, por mucho empeño que le ponga. Porque la realidad es que a los niños nunca se les cuenta nada a pesar de que, cuando crecen (o ni tan siquiera eso), se presupone que lo saben ya todo. 
―¿Te gusta?
Me han enseñado a no decir mentiras, así que miro hacia arriba y sacudo la cabeza en señal de negación. Todo el mundo se desinfla. Pensaba que había hecho lo correcto, pero ahora me siento terriblemente culpable. La Tata agarra el regalo y se marcha hablando de devoluciones. Miro a mi madre encogida de hombros sin entender lo que acaba de pasar. Se agacha y me habla:
―Marina, hija, cuando te hacen un regalo tú tienes que hacer como que te gusta aunque no sea verdad.
―¿Por qué?
―Porque si no el que te lo ha regalado se pone triste.
―¿Por qué?
―Porque pensaba que te iba a gustar y le da pena no haber acertado.
―¿Y se ha puesto triste la Tata?
―Sí
―Pero yo no quería que se pusiera triste.
―Ya lo sé hija ―me abraza y suspira―. ¿Pero lo entiendes?
―Sí, lo que pasa es que entonces nunca me van a regalar nada que me guste.
―Tú dime a mí lo que te gusta y ya verás. Y si no te gusta algo que yo te regale me lo puedes decir que no pasa nada.
―¿Te has enfadado, mamá?
―No, no pasa nada, tú no sabías lo que había que hacer.
―¿Y la abuela?
―Tampoco.
―¿Y la Tata?
― No lo sé, pero si se enfada ya se le pasará, que tampoco era para montar un drama, si a la niña no le ha gustado pues que le den por culo al regalo, qué quieres que te diga. 
Vozdevieja, como os decía antes, es un libro complicado, casi tan complicado como somos las personas. Es un libro escrito desde la cotidianidad, desde las tardes de sol y los helados Frigodedo, pero es que, por mucho que nos empeñemos en lo contrario (gracias al cine por hacernos creer que las historias interesantes solamente existen si hay grandes dramas de por medio), la vida es eso que pasa en el día a día, mientras eres una niña que solamente intenta por un lado encajar y, por el otro, averiguar qué coño está pasando en el mundo que le rodea, ese mundo del que todo su entorno se empeña en mantenerla protegida, pero del que tan a menudo resulta imposible escapar. 

Es lunes y el colegio entero está de subidón porque vivimos en un barrio obrero y se supone que han ganado los nuestros. Hay gente del Betis y del Sevilla, de Izquierda Unida y del PSOE. Pero del PP ni uno. Nunca he escuchado a nadie decir que fuese del PP. 
Precisamente yo creo que es esa cotidianidad la que hace que la novela sea capaz de tocarte la fibra, de remover algo (que yo no sé muy bien qué es lo que es, para qué os voy a engañar), que te trastoca. Hay escenas en el libro con las que resulta imposible no sentirse identificada. ATENCIÓN SPOILER. SELECCIONA EL HUECO EN BLANCO PARA SEGUIR LEYENDO. Marina intentando con todas sus fuerzas encajar en su nuevo colegio llevando una revista para mayores que ha robado de casa, intentando demostrar a los demás que es más fuerte que ellos a pesar de que, en realidad, siente inseguridad porque sus compañeros le han puesto el apodo de Vozdevieja, que ella odia. Marina viéndose obligada a intentar "hacer amigos" en sitios como bares, restaurantes u hoteles cuando lo que en realidad quiere es quedarse en su entorno de confianza. Marina siendo feliz jugando con sus muñecas Chabel, a pesar de que muchas niñas prefieren las Barbies. Marina asustada porque su madre está enferma e igual se muere y tiene que irse a un colegio de monjas pero, en realidad, nunca llega a saber del todo qué es lo que le pasa porque nadie le ha dicho nada. Marina intentando, como la mayoría de los adultos que la rodean, lidiar con la vida. FIN DEL SPOILER

Que saque las mejores notas de la clase solo significa que soy la más intoxicada, la que más ganas tiene de prenderle fuego al edificio. Cuesta resistirse porque nos arrancan las cosas buenas que teníamos y rellenan los huecos de basura inservible. Nos anulan las defensas. Tengo miedo de quedarme sin espacio. Casi nunca nos enseñan cosas útiles, que nos ayuden a resolver la vida, a comprendernos, a tratarnos. En este sentido se limitan a intervenir cuando hay una pelea para preguntar quién ha empezado. Yo también me quiero ir del sistema, solo estoy disimulando porque sé que al otro lado no hay casi nada. 

Como os podéis imaginar, el libro está plagado de referentes femeninos. La abuela de Marina, su madre, sus amigas, incluso las Chabeles. El entorno de confianza de la pequeña es mayoritariamente femenino, pero, a la vez, nos muestra distintos modelos de mujer, cosa que me parece precioso. En primer lugar, la madre de Marina es una mujer que, ante todo, es libre. Ha tenido muchos novios, habla mal, está enferma pero fuma y le explica a su hija cosas que otras mujeres mantendrían ocultas. Para ella todo parece fácil, pero, en el fondo, nada lo es. En el fondo solamente es una mujer intentando vivir la vida como le dé la gana (que ya es difícil) y tratando, a la vez, de cuidar de su hija lo mejor posible.

En la vida todo es guerra en mayor o menor escala, me dice. En ella parece muy fácil y natural actuar como una guerrera. Temo estar decepcionándola en lo que a agallas se refiere. 
Mi personaje favorito, sin duda (sin contar a Marina, claro, con quienes ya os he dicho que resulta imposible no identificarse), es la abuela. La abuela es la persona más guay con la que una podría haberse criado. Fuma mientras caga. Respeta el espacio de Marina, le hace filetes empanados, le da Donetes y habla con ella de igual a igual de cosas de las que nadie más le habla. De amantes. De coplas. Del pasado. Le hace los vestidos como le gustan, incluso aunque el resto de niños se rían de ella. Con su abuela, Marina puede ser ella misma.
―Abuela, ¿tu crees que eras buena amante? ―pregunto tras reflexionar unos instantes.
―Hija mía, yo que sé, eso una no lo sabe, lo tendrían que decir quienes se han acostado conmigo.
―Verdad, hija, qué lástima. Le hubiera gustado a tu abuelo conocerte.
―¿Sí, tú crees?
―Claro que sí, niña. Con el talento que tú tienes. 
Otra de las cosas que se trata en el libro, y que resulta muy chocante (como la mayoría de los asuntos que se hablan en la novela), es el descubrimiento de la propia sexualidad. Este es un tema complicado, porque no se suele hablar mucho de él. Es algo que los adultos suelen ignorar pero, que, sin embargo, está ahí latente. Marina tiene nueve años y está en ese punto en el que aún es niña pero ya pronto dejará de serlo. Todas hemos pasado por ese momento. Cuando quieres seguir jugando con muñecas pero ves que, a tu alrededor, el resto de niños están empezando a cambiar sus hábitos. Cuando aún llevas el bañador de braguita pero tu amiga ya se pone la parte de arriba, a pesar de que no tiene nada que tapar. Cuando descubres qué es el sexo pero a la vez te encanta pasarte los sábados por la mañana viendo dibujos animados. Esta es, en mi opinión, una de las fases más complicadas por las que pasamos. Y ese es justo el momento en el que está Marina. Por eso resulta tan fácil empatizar con ella. Porque acabas entendiéndola, quieras o no.

Ojalá cuando sea mayor resulte tan fácil ponerse de acuerdo con alguien para follar. Con esta información, Inma me ha dejado claro que necesita juegos voluptuosos para no aburrirse. Está a punto de agotar el chicle de la infancia para entrar en la pubertad. La entiendo bien, puedo sentir esos cambios de registro a la vuelta de la esquina, el acecho de la burbuja de fantasía explotando, salpicándote los ojos con jabón. Lo que me da rabia es que ella hable del pasado con cierto desprecio, como si se le hubiera olvidado que también era persona hace dos veranos. Me molesta lo rápido que la gente aplasta a los que ayer eran sus semejantes cuando suben de nivel. 
En definitiva, Vozdevieja es un libro tan sincero que abruma, pero que, a la vez, te hace sentir cómoda. Te lleva inevitablemente a esos veranos de cuando eras niña, cuando los días eran iguales y diferentes al mismo tiempo, a cuando tus amigos te llamaban para jugar y cuando el calor no era un problema. Vozdevieja es un libro pensado para todas aquellas personas "adultas" que aún mantienen un trocito de cuando eran pequeños en su corazón, que tengo la impresión de que somos la mayoría. Vozdevieja es un libro para quienes nunca han dejado de crecer.



Y aquí os dejo, para quienes no conozcáis a las muñecas Chabel (yo crecí con las Barbies) un anuncio de algo que, de haber visto por la tele, jamás me habría cansado de pedir a los Reyes Magos: