8/6/24

El rincón de los libros: Como dicen en mi pueblo (VVAA)

 


Soy de ciudad, pero he pasado todos los veranos de mi infancia en un pueblo del interior de castilla con nombre de resonanzas épicas: Atienza, cerca de Copres, en Guadalajara.

Así comienza este libro que conocí por casualidad un buen día en eldiario.es y que, sin duda, ha resultado todo un descubrimiento, tanto a nivel lingüístico (aunque no sea filóloga, siempre es un tema muy interesante), como a nivel social.

'Como dicen en mi pueblo' es un compendio de ensayos sobre el habla rural de las distintas partes de España. El objetivo (aparte del análisis filológico, claro)  no es otro que 'desmontar' esa idea tan asentada de que solamente hay una manera única-y-correcta de decir las cosas, demostrándonos que, lejos de ser así, el castellano rural guarda auténticas maravillas (algunas, incluso, heredadas directamente del castellano del Siglo de Oro) que no solamente nos cuentan mucho sobre nuestra propia historia, sino también nos hablan sobre nuestra forma de ser.

Quería hablá fino y como no sabemos, pues se mete la pata

'Como dicen en mi pueblo' es interesante a varios niveles, no solamente porque te descubre el maravilloso mundo del Corpus Sonoro de la España Rural (COSER), un proyecto creado por Inés Fernández-Ordóñez gracias al cual decenas de estudiantes han recorrido pueblos recónditos de toda España, hablando con sus habitantes más mayores sobre tradiciones antiguas y conociendo el habla 'común' de las distintas zonas de España, sino que constituye todo un compendio sobre la vida rural de nuestro país, las preocupaciones y alegrías de sus habitantes, sus costumbres y, por supuesto, su forma de ver el mundo. 

La lengua es nuestra caja de herramientas de la comunicación: cuando nos falta una herramienta, antes de ir a comprar otra, tratamos de apañarnos con lo que ya tenemos, incluso si tenemos que innovar un poquito y usar cosas de una forma distinta a la que estaba planeada inicialmente. Si la idea es buena, la innovación triunfará y la herramienta habrá cambiado. Lo mismito pasa con el habla, solo que de una forma menos consciente y reflexiva.

Sin duda, el lenguaje refleja nuestra forma de ver el mundo. Es un código secreto compartido en sociedad que, una vez que se conoce, nos abre las puertas a todo un mundo (cuantas más lenguas, más mundos). Pero, al mismo tiempo, ese código forma parte de la realidad tangible, de nuestro día a día. Y como el día a día de cada persona es diferente, es lógico que el lenguaje también lo sea. 

A través de los artículos (unos más técnicos y otros menos), que, en muchos casos, parten de ejemplos conocidos (como ocurrió con aquel famoso vídeo de Miquel Montoro y su famoso ¡hòstia pilotes! o el si me queréis irse  de La Faraona), podemos conocer las diferentes formas de hablar y de ver la vida a lo largo de todos los puntos de España, desde el norte hasta el sur, pasando por las particularidades del euskera, del asturiano o del gallego (y descubriendo por qué éste último nos resulta tan cariñoso y agradable al oído). 

Miquel Montoro y su famoso ¡hóstia pilotes! sirve como ejemplo para explicar una de las particularidades del mallorquín, la variación del esquema en castellano que + adjetivo + verbo por un calco del catalán que + verbo + de + adjetivo ¡qué son de bones! 

Aunque l@s autores/as han tratado de hacer el libro lo más ameno posible, sobre todo pensando en aquellas personas 'ajenas' al mundillo, es cierto que, si no se es lingüista o filólogo/a, hay muchas ocasiones en las que la lectura puede resultar un tanto técnica/pesada (al fin y al cabo, edita Pie de página, especializada en lingüística), pero, una vez que le coges el ritmo, acaba por resultar tremendamente interesante. Aquí va un ejemplo de una de las transcripciones recogidas en una de las entrevistas del COSER en Chipude (Vallehermoso):

-Yo ya no, mi niña, yo ya no sé, señor, yo ya no pueo. No tengo entadura. Desde que se perdí la entadura.
-¿Pero cuando silba como ha silbado antes, así solo con los labios... eso también se puede silbar?
-Sí, sí silbaban ansí, sí había...
Lo que más me ha gustado del libro (aparte de que he aprendido fenómenos lingüísticos que desconocía, como es el caso de la existencia del paragoge, que consiste en añadir un sonido al final de una palabra como clube, servidore, sumare..) es que, pese a que está escrito por-y-para filólogos/as (ciertamente, no para una periodista random), ofrece una mirada muy limpia y muy comprensiva sobre la forma de hablar de estas personas, tan denostada a menudo, incluso por sus propios hablantes, como dice esta mujer de Liétor, Albacete.
-Sas que no hablamos bien tampoco. 
-No hablamos bien. En los pueblos no s'habla bien. ¿Sabes po qué? Mira...
[...]
-Mi suegro hablaba así aún mu-, muchas cosas aún peó que noso. Y lo vide, puestos de decí lo vi. Lo vide, mucha gente lo dice eso, lo vide. Y puestos decí la comida, la, la [Nombre Propio] aún: "La, la comía, voy a hacé la comía"
Sin embargo, para los participantes del COSER, no solamente no se trata de errores, sino que, como se intenta explicar a lo largo de todo el libro, la percepción de las diferentes formas de hablar no corresponde a nada más que a eso: a percepciones. Porque, por mucho que diga la RAE, (que ésta no es más que un organismo que se encarga de recopilar normas más ortográficas que otra cosa, y que también tiene sus percepciones), la lengua es de quien la habla. Y cada zona tiene su forma de hablar propia debido a su propio contexto geográfico y al del hablante.

Las diversas formas de hablar que existen en España, y lo que hoy se considera correcto o no, no son más que una moda que en trescientos años, es fácil que queden desactualizadas, y que, lo que hoy consideramos como arcaico o vulgar, sea lo normal. Porque la lengua evoluciona junto con la sociedad y eso es algo que, a menudo, tendemos a pasar por alto, tan obcecados como estamos a veces en 'hablar bien'. No nos engañemos, hasta los más estudiosos e intelectuales (y estoy segura de que la gran mayoría de l@s de la RAE, Pérez-Reverte incluido), han suprimido alguna vez la /d/ intervocálica al hablar, o han caído en el leísmo, laísmo o loísmo (¿quién se aclara con los pronombres?)

Asín que, antes de echarnos las manos a la cabeza y querer abrirnos en canal porque ahora cocreta y almóndiga están en el diccionario, o hacer de policía del lenguaje cuando alguna persona mayor de nuestro entorno dice 'me se ha caío', tal vez sería bueno que recordásemos que esas son formas de hablar tan aceptables como cualquier otra y que, de hecho, contienen una gran historia detrás (a menudo, heredados de la historia y las maneras de hablar de cientos de generaciones pasadas) y no lanzarnos como mihuras con el dedito en alto para la corrección (algo que tod@s, yo la primera, hemos hecho, reconocedlo).

Una lástima que aprendamos tan fácilmente a menospreciar nuestra manera de hablar sin ser conscientes de las maravillas lingüísticas que podríamos estar escondiendo.


¿Y vosotr@s? ¿Sois la pasma del lenguaje? ¿Creéis que Reverte ha dicho alguna vez 'me v'ia ir pa casa'? ¡Contadme! 

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