"Llevo en la agencia cuatro días y eres mi tercer cliente. Quiero que sepas que soy una persona con sentimientos y no lo que los tíos llamáis una tirada. Soy ante todo una persona. Y cuando se trata de relaciones sentimentales soy 100%... 100% monógama"
- Alabama Whitman
De todas las películas románticas
que he visto hasta la fecha (entre las que figuran desde clasicazos como Casablanca,
Love Actually, Desayuno con Diamantes o Vacaciones en Roma hasta El Diario de
Noa, Shakespeare In Love e incluso aquella malísima película en la que Jennifer
López es una planificadora de bodas) he de decir que, sin duda, la única que es
capaz de retratar ese misterioso estado del cerebro humano representado por un
angelito regordete en pañales que va lanzando flechas con forma de corazón más
a siniestro que a diestro, no tiene absolutamente nada que ver con los títulos
anteriores. No hay lacrimógenas separaciones en el aeropuerto a media noche,
ni nadie se afana en aprender un nuevo idioma para, de la noche a la mañana
poder confesar su amor a la mujer amada, ni tampoco besos bajo la lluvia. Hay
tiros, muertos, heridos, drogas y sexo. Pero también hay amor del de verdad (y
del feminista).
El film en cuestión se llama Amor
a Quemarropa (título horriblemente traducido del inglés True Romance, o Romance Verdadero) y está escrita por Quentin
Tarantino y dirigida por Tony Scott. Es una película del año 1993 (con calidad
del año 1993) pero es la única película que he visto que se ha logrado acercar
a lo que significa amar de verdad. La relación de Clarence y Alabama no es perfecta
en sí misma (empezando porque ella es prostituta y acabando porque ambos están
buscados por una mafia siciliana a la que han robado una maleta llena de
cocaína, eso sí, sin querer). Por el contrario, son ellos dos los que día tras
día luchan por hacerla perfecta a través del diálogo y la confianza ciega el uno
en el otro. No se trata de gestos grandilocuentes (aunque matar al chulo de tu
mujer porque le pegó una paliza sí que podría considerarse un gesto “grandilocuente”)
sino de cosas tan simples como cuidar del otro cuando está herido, hacer lo
posible y lo imposible para mantener a la otra persona fuera de peligro,
decidir juntos las decisiones a tomar o, simplemente, aspirar a construir un
futuro mejor para los dos.
Tal vez la razón más importante que
me haya hecho otorgar a ‘Amor a Quemarropa’ mi particular premio a Mejor Película
Romántica Vista Hasta la Fecha sea el personaje de Alabama Whitman. Y es que
hacen falta más mujeres como ella sobre la gran pantalla y, especialmente, en
las películas románticas en las cuales el sexo femenino suele tener el dudoso
honor de ser ‘las cortejadas’ en vez de ‘las cortejadoras’. Alabama es todo lo
contrario a eso. De hecho, es con su voz con la que empieza la narración de la
historia, es ella la que toma la iniciativa de acercarse a Clarence, es ella la
que decide dónde reunirse con el asistente del productor al que pretenden
vender la droga, es ella la que se pelea con el matón que va en busca de la
droga y es ella quien lo mata mientras Clarence está fuera y ni siquiera se
entera de la historia hasta que todo ha pasado. Esta escena es, sin duda, el
culmen de la película:
Resulta realmente gratificante
ver que, por una vez, es una mujer (Patricia Arquette) la que es capaz de
echarse sobre sus hombros todo el peso del filme encarnando a alguien que sabe
lo que quiere y que no se acobarda ante lo que le viene encima, sino que lucha frente
a ello. Y da que pensar el hecho de que se trate de una película de hace 24
años la que mejor sea capaz de retratar cuáles deberían de ser los pilares de
una pareja: el amor, la confianza, el perdón, la comunicación, la sinceridad,
la humildad, la valentía… Cosas que hoy en día no se dan en prácticamente
ninguna película romántica, siempre pobladas de tramas bastante comunes e
insulsas en el que el rol de las mujeres deja bastante que desear y que, dentro
de su aparente “normalidad” nos presentan una visión del amor que, a menudo, es
sencillamente irreal y plagada de clichés que, sorpresa, sorpresa, el propio
cine ha contribuido a crear. Al
contrario que todas esas películas románticas típicas, Amor a Quemarropa no es
una película de un amor irreal presentada en un entorno posible, sino que se
trata de un amor muy real presentado en un entorno bastante imposible. Decidir
con cual quedarnos ya es cosa nuestra.
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