Cartel promocional de La Venus de las Pieles, un film de Roman Polanski |
Dos personas y un teatro. Es todo
lo que necesita Polanski para narrar una de esas historias sobre otras historias en
la que llega un punto en el que no sabes en qué parte de la narración está uno
pero que, a decir verdad, tampoco parece demasiado importante saberlo. Eso es
lo que ocurre en La Venus de las Pieles,
una película de Roman Polanski que, sin duda, resulta imprescindible. Ya desde
el principio, el director arrastra al espectador a ese juego de muñecas rusas,
de cajas dentro de otras cajas en las que, en un segundo, todo puede volverse
del revés antes de que hayas tenido tiempo de pestañear.
Un teatro que se abre,
invitándonos a la función que se va a representar ante nuestros ojos, fijos
detrás de una pantalla. Vanda está chorreando, vestida de cuero, como salida de
un club de striptease de mala muerte. Y junto a ella, Thomas, un hombre
erudito, culto, bien peinado, el adaptador de la obra que da título a la
película, La Venus de las Pieles. Las
apariencias están claras: él tiene el poder, controla la situación. Y ella, que
ha llegado tarde y no parece tener demasiada idea de la obra, no va a conseguir
el papel. Pero la realidad es mucho más compleja y enrevesada que lo que parece
a simple vista.
Todo es un juego
Todo es un juego desde el
principio: la película se basa en la obra de teatro de David Ives, quien a su
vez se inspiró en la novela de Leopold von Sacher-Masoch, un autor del
siglo XIX a quien el mundo de hoy en día le debe la palabra masoquismo. Así, nuestra
realidad (el espectador ve una película) es igual de clara-pero-difusa que la
realidad de Vanda y Thomas. Porque lo que en un principio parece algo simple (ver una
película, presentarse a una audición), pronto se torna en otra cosa mucho más
compleja (una película de una obra de una novela, una audición que se alarga,
se entrecorta o se cambian los papeles). Si Calvino hizo con Si una noche de invierno, un viajero una
novela sobre la lectura, Polanski hace con La
Venus de las Pieles una película sobre el arte de contar historias.
Especialmente destacable es el
papel que hace Emmanuel Seigner, la esposa de Polanski, quien también encontró
su propia manera particular de encarnarse en la película a través del otro
protagonista, Mathieu Amalric, a quien caracterizó de manera muy similar a como
el propio director era durante sus años de juventud. De nuevo, el juego de la
confusión.
Fotograma de la película |
Seigner encarna a Vanda, una
actriz que, después de un día ‘de mierda’, acude al teatro en el que Thomas
(Amalric) está realizando audiciones para el papel de, cómo no, Wanda von
Dunajew, la protagonista de esta historia sobre la dominación sexual. La mujer
parece no tener absolutamente ni idea de la obra, y, según afirma, se ha ido
leyendo el guion en el metro. Pero, sorpresa, sorpresa, y como ya hemos dicho antes, nada es lo que parece. Porque
en cuanto se pone el traje que lleva en la mochila ‘para meterse en el papel’,
todo cambia. De pronto, la mujer que suplica a Thomas que le deje hacer la
prueba, se convierte en la viva encarnación de la protagonista de la obra de
Masoch: una mujer fría y dura decidida a vivir la vida todo lo que pueda, sin
ataduras. Wanda no tarda en cautivar a Severin von Kusiemski, un escritor que
se aloja en la habitación de al lado de su hotel, de carácter sumiso y
dubitativo, que pronto le confiesa cuánto disfruta al verse humillado a manos
de una mujer y le pide que, aunque ella no acceda a casarse con él, al menos le
permita ser su esclavo.
¿Realidad o ficción?
Pronto empiezan a verse una serie
de paralelismos entre ambas mujeres: Vanda es una mujer inteligente y decidida,
aunque empeñada en ocultarse a toda costa. Una única persona en la que se ocultan muchas otras mujeres, que van cambiando, disfrazándose constantemente. Un minuto es una baronesa
del siglo mil-ochocientos-y-pico, al siguiente la encarnación de Venus; luego es una reputada psicoanalista que no duda en sacarle a Thomas todos sus temores y
sus deseos, o una ‘mujer fatal’. Incluso llega a decirle a Thomas que es una
detective contratada por su prometida para poner a prueba su fifrlidad. Vanda,
en definitiva, es una verdadera mujer camaleónica de la que solo brevemente
podemos atisbar algún que otro deje de sufrimiento y hastío de su propia vida
frenética.
Thomas, por su parte, también
guarda muchos paralelismos con Sevrin, el protagonista de la obra de Masoch. Este adaptador, como se empeña en
llamarse a sí mismo, es un hombre dubitativo y sentimental pero a la vez
intransigente y egocéntrico, que odia a todo aquel que no tenga una opinión
como la suya. Thomas no es sino un escritor instalado en la comodidad con el
oculto deseo de poder salir de ella al menos durante el tiempo que dura la obra
de teatro, en la que tal vez haya puesto más de él mismo de lo que quiere
llegar a reconocer. Se trata de un hombre frágil que busca desesperadamente una
mujer que lo proteja, que lo domine como a Sevrin, pero que, al mismo tiempo,
se deje dominar cuando él mismo se canse de estar dominado. Thomas disfruta y
se aterra a partes iguales frente a Vanda, que representa exactamente a la
mujer junto a la que querría estar, pero a la que en ningún momento llega a
tocar.
Emanuel Seigner en la piel de Vanda |
Dominio, tensión y tentación
Las diferencias
de opinión entre ambos protagonistas son patentes desde el principio: mientras que
él considera la novela como ‘una historia de amor’, ella la ve como una obra
machista y denigrante, en la que la mujer es representada como la mala y el
hombre como el bueno, aunque en realidad sea él quien se empeñe en servirla y
la corrompa. Él, como no, no tarda en calificarla de ignorante por ello,
negándose a considerar si quiera que él haya podido escribir una obra que sea
denigrante para la mujer, aun cuando su guion empieza con una cita del Libro de
Judith que afirma que " Dios le
castigó, poniéndole en manos de una mujer".
Así, vemos como la tensión y la
sensación de estar atrapado se va incrementando a lo largo de toda la película,
al mismo ritmo que la barrera entre realidad y ficción va desapareciendo y los
personajes van perdiendo ropa. Al final, el espectador se encuentra tan atrapado
como los protagonistas, sin poder escapar y sin saber a qué conducirá todo. El
clímax de la película llega, sin duda, cuando él, que pensaba todo el tiempo
que tenía la situación bajo control (fruto sin duda de su egocentrismo) se da
cuenta de que, en realidad, ha estado dominado por ella todo el tiempo, que lo
ha atado y llevado hacia donde ha querido, aunque haya sido ella la que llevaba
el collar de perro durante casi toda la película.
La Venus de las pieles es, sin duda una obra que tienta a los
límites de la conciencia humana, del autocontrol y de la personalidad. Una
especie de test de resistencia a la presión mental en la que acabamos
comprobando que, al final, todos estamos locos.
Super spoiler! Pero me anima a verla.
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¡¡Seguro que te gusta!!
EliminarUn besito :)