8/9/16

El rincón de los libros: Ácido Sulfúrico, de Amélie Nothomb


“Llegó el momento en el que el sufrimiento de los demás ya no les bastó: tuvieron que convertirlo en espectáculo. No era necesaria ninguna cualificación para ser detenido. Las redadas se producían en cualquier lugar: se llevaban a todo el mundo, sin derogación posible. El único criterio era ser humano.”

LA OBRA: Ácido Sulfúrico

LA EDITORIAL: Anagrama

LAS PÁGINAS: 166

LA AUTORA: Amélie Nothomb es una escritora belga, bastante conocida tanto en Francia como en Bélgica. Destaca por su estilo directo y por la curiosa (y mordaz) manera que tiene de dirigir sus críticas a la sociedad contemporánea. Aunque asegura que escribe tres novelas cada año, solamente publica una. Desde 1992, cada 1 de septiembre, sale su nuevo libro. Es una autora que suele levantar ampollas, tanto por su estilo (que ha sido calificado desde pedante hasta cómico) como por los temas que trata en sus obras, que suelen ser bastante polémicos.

EL ARGUMENTO: Cuenta la historia de Concentración, un ‘reality show’ cuya dinámica se basa en la de un campo de concentración nazi. Una serie de individuos, que no se conocen entre ellos y que son secuestrados aleatoriamente, han de tratar de sobrevivir el máximo tiempo posible mientras son sometidos a la tortura de los kapos y a los trabajos forzados. Todo se empieza a descolocar cuando una de las kapos, Zedna, se enamora de Pannonique, la favorita de la audiencia, y trata de salvarla.

LOS PENSAMIENTOS: Ácido sulfúrico es, sin duda, una mordaz crítica a la sociedad actual que se ha vuelto insensible al dolor ajeno únicamente porque se cree que está protegida por encontrarse detrás de la pantalla del televisor. Pannonique, que trata de salvar a sus compañeros, se convierte sin quererlo en un producto televisivo, una mercancía para ganar dinero. Y, curiosamente, lo hace criticando al programa.
El libro es una especie de análisis de qué ocurriría si un programa semejante se llevase a cabo, algo que da miedo de lo factible que resultaría a medida que uno va avanzando en la lectura. Está plagado de situaciones que, pese a que a priori pueden parecer absurdas (la audiencia votando quién será el siguiente en morir) acaban no pareciendo tan desternillantes cuando uno las compara con otros reality shows. Es una ventana por la que nos asomamos a nosotros mismos, a nuestros particulares pozos de mierda que, como sociedad, nos hemos creado. Así, no solamente se trata de una crítica a la cultura de la televisión, del apalancamiento y del tedio colectivo, sino también a la propia naturaleza humana, que es capaz de tomar con gusto el papel de verdugo únicamente porque se siente protegida por el grupo.

Además, también analiza en cierto modo la idea de ‘el fin (ganar dinero, tener el poder) justifica los medios (desarrollar el reality, maltratar a los prisioneros)’ al tiempo que lanza un dardo directo a la cabeza de las personas con un mensaje muy claro: “Si no lo consumes, no se fabricaría. El poder lo tienes tú y no puedes huir o excusarte por ello porque eres tan culpable del sufrimiento ajeno como cualquier otro.”
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